“Toledo, solar hispano, crisol de la raza ibera, dichoso aquel que naciera español y toledano”

Toledo, la ciudad de las tres culturas, donde el meandro del Tajo cierra su colina en herradura, con su sabor imperial, impregnado por el transcurso del tiempo. Históricamente esta ciudad ha sido mecenas de ese saber prohibido, velado, cargado de magia atesorada en sus callejones que albergan, tras su empedrada y recia muralla, innumerables secretos entre la luz y la tiniebla. Aparece en la lejanía de los tiempos, como posada de distintas civilizaciones y de grandes hombres, mezclada entre mitos, leyendas y realidades.

Esta ciudad nació de la piedra y se elevó sobre la peña hasta quedar presa y quieta para siempre en el remanso de su pesadumbre, acordonada por la rotundidad de sus murallas y donde cada rincón es único, impregnado de admiración por el transcurso del tiempo.

Se convirtió. desde los tiempos remotos en una metrópoli cosmopolita y en un centinela avanzado de la Cristiandad en la que convivieron gentes de distinta procedencia y religión, donde se hablan varias lenguas, entre las que el árabe y el latín tienen una presencia destacada.

Su universalidad se refleja, entre otros muchos aspectos, al ser la única ciudad mencionada en Las Mil y una noches y ser un icono venerado por muchos nigromantes y alquimistas de lugares muy diferentes.

Es surtidora de unos tiempos contundentes, enmarcados en un encantamiento repleto de belleza. Oculta, sin duda, un saber elaborado por la experiencia de la vida en el contexto de ese indudable halo de misterio donde han sucedido y pueden suceder cosas inesperadas encubiertas en este espacio eterno de ventana abierta a la imaginación.

Fue una ciudad de Frontera y de Cruzada peninsular contra los sarracenos. Lugar de concentración del “ejército del Señor” (según el arzobispo Raimundo Ximénez de Rada) que combatió y venció al ejército almohade, en la mayor victoria de la Cristiandad en la Reconquista, en la batalla de Las Navas de Tolosa (1212).Desde esa victoria, esta ciudad dejó de tener inquietud de asedio y miedo por la presión de los almohades, un pueblo  islámico. imperialista, fundamentalistas y puritano que defendía el cumplimiento estricto de las normas islámicas.